lunes, 29 de abril de 2013

11. REFLEXIONES SOBRE EL MISTERIO CELESTIAL

11. REFLEXIONES SOBRE EL MISTERIO CELESTIAL

DE UN AGNÓSTICO DEL SIGLO XXI


Argumentar con una persona que ha renunciado a la lógica,
 es como dar medicina a un hombre muerto”
Thomas Paine

Estando próximo a celebrar la Semana Santa por el mundo cristiano y con el ánimo de reflexionar sobre el misterio de la morada celestial en el siglo XXI, me permito compartir algunas elucubraciones sobre un hecho extraordinario y dogmático que me persigue desde mi infancia:
De acuerdo a la Historia Universal, las culturas se han ido sucediendo unas a otras por el imperio de la fuerza y la dominación. Así tenemos que la mitología griega hoy es solamente una manifestación cultural no creíble, sino fantástica para explicar las fuerzas desconocidas que les favorecían o afectaban. Sin embargo, me inquietaba la existencia del Olimpo, lugar donde vivían los dioses y Zeus era considerado como el Rey de los dioses. Posteriormente, con la cultura Romana tendremos a Júpiter en reemplazo de Zeus  y los dioses romanos fueron equivalentes a los dioses griegos con nuevos nombres.
 Mucho tiempo después, en la época medieval, nuestra cultura Inca no existía para los occidentales, la concepción del mundo era plana y gracias a Cristóbal Colón el cristianismo se impuso en las nuevas culturas por invasión y exterminio de la población aborigen. La concepción del mundo cambia a pesar de los descubrimientos de Galileo Galilei con su teoría heliocéntrica, en contradicción con la teoría geocéntrica de Tolomeo,  considerado por la Iglesia Católica como una herejía.
Siguiendo la búsqueda de la morada de los dioses y sus seguidores espirituales, desde la visión cristiana, en los primeros siglos de la Era Cristiana la población mundial no sobrepasaba de 300 millones de habitantes, entonces había apariciones de ángeles, arcángeles, serafines y querubines como seres espirituales que cumplían misiones direccionados por Dios. ¿En dónde se reunían? ¿Cuántos seres espirituales vivían en el paraíso celestial?
Con el trascurrir de los años hemos llegado a sumar una población mundial de siete mil millones de habitantes… y siguiendo la lógica del comportamiento humano tendríamos tres lugares en donde vivirían nuestros semejantes espirituales: El cielo, el purgatorio y el infierno.
Me imagino el Cielo como una pequeña ciudad en donde mora Dios, los apóstoles, santos y seres humanos justos que han respetado sus mandamientos. En cambio veo al Purgatorio como una gran metrópoli en donde los pecadores se arrepienten de haber obrado mal contra Dios y los hombres, y más pequeña en comparación con la megatrópoli del Infierno, porque desde los tiempos de Adán y Eva  hasta la fecha esta megatrópoli habrá crecido exponencialmente al extremo de tener ciudades satélites para albergar a tantos seres humanos pecadores e injustos.
Hasta esta parte del relato, me sentía bien con mis razonamientos lógicos, pero ir a la iglesia y escuchar misa en latín y no entender nada, me direccionó a la iglesia evangélica en búsqueda del lugar en donde residían los seres divinos y espirituales. Mi niñez y adolescencia lo pasé en varias iglesias, prefiriendo aquellas que tenían publicaciones para leer y encontrar respuestas a mis dudas respecto a ese mundo etéreo.
De joven cuando miraba la cordillera Blanca, buscaba señales de la presencia divina, en la costa en las tardes divisaba la inmensidad del horizonte para ver algunas señales espirituales, pero todo fue en vano. Lo significativo de todo fue un pequeño avance con la última iglesia que frecuenté: Los mormones, por la novedad de que Cristo había venido a América.
En mi adultez tuve la  oportunidad de viajar por Aeroperú en muchas ocasiones y ver las nubes blancas del cielo y no encontrar señales divinas. En algunas ocasiones el avión se sumergía en las nubes creando turbulencia y mirando por la ventana no había señales de seres espirituales. La tercera opción fue mirar más allá de las nubes cuando el avión se elevaba por encima de las nubes…miraba hacia arriba, hacia el infinito y ¡No había nada!
En mis viajes a Huánuco, cuando pasaba por Carpish miraba el horizonte límpido y no había nada, en días nublados  miraba por entre las nubes y nada. En mi memoria aparecía una pregunta que me hice de niño: ¿A dónde se fue Cristo? ¿Dónde queda su casa?
Las respuestas que esperaba ya no eran para un niño,  recordaba que Cristo ascendió al cielo en presencia de sus discípulos y algunos creyentes más, ¿A dónde se fue? Con los adelantos científicos y el develamiento de muchos dogmas sobre el cielo, el paraíso que ofrecía Cristo a uno de los crucificados junto a él… ¿Dónde queda?
Una primera respuesta científica y válida desde el espacio, y hablando desde la órbita terrestre Yuri Gagarin dijo: “No veo a ningún Dios aquí arriba”. Era la primera vez que un hombre miraba más allá del cielo que se encuentra dentro de la atmósfera. Posteriormente los tripulantes del Apolo XI también manifestaron la ausencia de la morada de Dios. Entonces, ¿A dónde se fue Cristo?
Las sondas Voyager 1 y Voyager 2 han viajado por el espacio sideral desde 1977, han pasado más de 35 años y han  logrado llegar hasta los límites del sistema solar. Viajando a una velocidad de 17 kilómetros por segundo. Y todavía seguirán viajando por muchos años más… Buscando mayor información en internet, encuentro una acción de los científicos que de manera  indirecta es similar a mis inquietudes de niño:
“Parte integral de la leyenda de la Voyager 1 no radica en la información que envía a la Tierra, sino en la que lleva consigo. A bordo de la sonda (así como a bordo de la Voyager 2) viaja un disco de oro. Allí, además de saludos de buena voluntad en 55 idiomas, viajan piezas musicales de Bach, Beethoven y Stravinsky, así como un tema de rock and roll”.
¿Con qué propósito?  Evidentemente la esperanza de encontrarse en la inmensidad del universo con Dios u otros seres superiores o espirituales que tengan relación con las apariciones de seres celestiales extraterrestres que en determinadas épocas han visitado nuestro planeta. Sea ciencia o ficción lo cierto es que no hay una respuesta lógica a lo que sucedió después de que Cristo desapareciera de entre las nubes.
La gran lección aprendida en la búsqueda de una respuesta y fruto de mis cavilaciones por no limitarme a comprender el dogmatismo religioso fue el fortalecimiento de mis principios y valores cristianos para practicarlos en la vida cotidiana de padre de familia, ciudadano y formador de nuevas generaciones de profesionales con valores, intentando construir una sociedad más justa y humana.